Asesoria & Asesores Fiscales

La fiscalidad está en boca de todos. Para unos, la lucha contra la pobreza y la exclusión social exige, entre otras cosas, que paguen realmente más quienes más tienen. Para otros, hay que incentivar el ahorro privado, como alternativa al sistema público de pensiones, y la vía adecuada para hacerlo es la fiscalidad. Se proponen, también, incentivos fiscales a las empresas, como una ayuda a estas en momentos tan delicados, o a la natalidad. Y así podríamos continuar y nos faltaría espacio para describir un largo etcétera. Y me pregunto, ¿es la fiscalidad tan importante? Personalmente creo que no. Y créanme, no estoy bajo los efectos del asfixiante calor del mes de julio. Me explico.

Los impuestos son sin duda el instrumento necesario para sufragar el gasto público. Son, por tanto, inevitables. Cosa distinta es que sean la receta para solucionar muchos de nuestros males. Así, por ejemplo, la lucha contra la pobreza exige su interiorización como problema, interiorización que requiere una sociedad educada en los valores, en la solidaridad, en el compromiso, en el bien común. Una sociedad así educada será sensible a los supuestos de exclusión social, sensibilidad que será el resorte para demandar políticas sociales contra la misma, políticas, eso sí, que se han de financiar con impuestos justos y redistributivos. Pero lo esencial, fijémonos bien, es la educación en valores. Mentalizar a nuestra sociedad que no hay que criminalizar la riqueza y que su creación es fundamental, es también un problema de educación. Convencernos de que el ahorro privado es tan necesario como elemental, es igualmente un problema de educación. Educación, preciso, en el marco de un modelo de sociedad en la que se prioricen tales valores. Y en este contexto es imprescindible recuperar el denominado "contrato o pacto social"; contrato "virtual" que significa compromiso social. Desde esta perspectiva, los impuestos financian nuestro compromiso. Son la contraprestación de ese contrato social. Son nuestra contribución a esa sociedad consciente de que es fundamental crear riqueza ya que sin ella es imposible luchar, por ejemplo, contra la pobreza; a esa sociedad consciente de las consecuencias del envejecimiento de la población. De esa sociedad, en definitiva, comprometida.

Los impuestos, así entendidos, financian nuestro compromiso con ese modelo de sociedad. Y precisamente por ello, lo verdaderamente importante es construir ese modelo de sociedad en el que los impuestos son nuestra aportación a ese previo compromiso adquirido desde la educación y aplicado en nuestra convivencia. Y precisamente por ello, también, soy de los que pienso que lo importante, hoy, es un verdadero cambio de nuestro modelo de sociedad en el que los impuestos son su coste socialmente admitido. No se trata, por tanto, de un nuevo modelo fiscal, que también, sino de un nuevo modelo social.

Antonio Durán-Sindreu
Socio Director
Profesor de la UPF

Artículo publicado en La Vanguardia el 18 de julio de 2015

Categoria

Fiscalidad general