Asesoria & Asesores Fiscales

Los impuestos, como proclama la Constitución, son el instrumento técnico necesario para sufragar el gasto público. La principal acción de Gobierno se ha de centrar, pues, en el gasto, o, mejor, en su gestión. Y ha de ser así, porque el nivel ingresos que un Estado necesita está en función de su nivel de gasto y, obviamente, del nivel de riqueza que un país sea capaz de generar. De ahí la importancia de poner el acento donde hay que ponerlo.

Pero más importante es todavía asumir que los impuestos nos han de permitir aspirar a una sociedad más justa. Y para conseguirlo, es necesario poner también el acento en la educación y cultura tributaria, educación a la que contribuye, y mucho, el ejemplo de personas e instituciones de reconocido prestigio social, económico y político.

No hay duda de que es necesaria una revisión de nuestro sistema tributario. Pero en situaciones como la actual no es posible hacerlo sin definir antes el modelo de Estado que nos podemos permitir y su financiación.

Pero lo cierto es que continuamos sin conocer la verdad sobre el gasto: ignoramos si su gestión es óptima, qué ratio de productividad por funcionario tenemos o qué duplicidades se pueden eliminar. Continuamos sin plantearnos que antes de pedir sacrificios, hay que sacrificarse uno mismo, mirarse ante el espejo y con humildad, realismo y valentía, replantear todo lo que sea necesario.En definitiva, cuestionarse todo.

Resulta curioso que mientras a nuestras empresas se les exige formular y depositar sus Cuentas Anuales, se les obliga, según los casos, a auditarlas, se prevé la responsabilidad de sus administradores, se les condena a sufrir un verdadero infierno de obligaciones formales y a cumplir con un innumerable número de normas, no se exijan en cambio obligaciones similares a las diferentes Administraciones Públicas. Aunque parezca incomprensible, sus cuentas no se someten a ninguna auditoría externa, nadie responde de las desviaciones presupuestarias, nadie ajeno a la Administración revisa con objetividad, independencia y criterio empresarial la calidad, eficiencia y eficacia del gasto, nadie nos informa sobre la necesidad de cada partida de gasto ni de los servicios deficitarios, ni existen tampoco mecanismos para exigir responsabilidad por gestionar inadecuadamente el gasto.

En definitiva, es imprescindible priorizar el gasto, que es el origen de los males, convencer a la ciudadanía de la hoja de ruta a seguir y después, y solo después, acometer la necesaria reforma de nuestra fiscalidad que exige, insistimos, conocer previamente la dimensión del gasto a financiar y su gestión. Por tal motivo, y más allá del loable esfuerzo de la Comisión de Expertos, se echa de menos la justificación económica y presupuestaria de la propuesta planteada: a qué en concreto se destinarán los impuestos y como se gestionarán. Con números y detalle. Negro sobre blanco. Y eso, claro está, no es un problema de la Comisión, sino de concepto y prioridades y, por tanto, del Gobierno, que continúa sin abordar con urgencia la reforma estructural de las diferentes Administraciones y la del actual modelo de Estado y su financiación, reformas compatibles con las que sean necesarias para mejorar las inequidades, deficiencias e ineficiencias de nuestro actual sistema tributario cuyos únicos responsables son, por cierto, nuestros políticos.

Y, no lo olvidemos, tan importante como la obligación de pagar impuestos, es la legitimidad moral para exigirlos. En cualquier caso, si lo que se pretende, de verdad, es hacer más justo, equitativo y eficiente nuestro sistema tributario, dinamizar la economía, fomentar la iniciativa privada y crear realmente empleo, no es posible una verdadera reforma fiscal sin reducir en paralelo el gasto público.

Antonio Durán-Sindreu Buxadé, Socio Director

Artículo publicado en Expansión (27/03/2014) con autorización expresa de su autor para su reproducción en este portal

Categoria

Fiscalidad general