Asesoria & Asesores Fiscales

Son múltiples las situaciones en que se hace necesaria la valoración de empresas (compra venta de participaciones, herencias, salida o entrada de socios, pactos sociales, valoración de intangibles…); en la valoración, es necesaria la transparencia sobre el procedimiento llevado a cabo.

En muchos casos, nos podemos enfrentar a modelos valorativos confrontados que pueden hacer dudar sobre la validez de la valoración y poner en duda el trabajo del profesional, en cuanto que determinados modelos incluyen cierta subjetividad que es difícil controlar, así como la consideración del riesgo inherente a futuro, lo que precisa de modelos y criterios generalmente aceptados y cierta regulación de la actividad.

Actualmente, entre los métodos más utilizados, están los basados en previsiones de flujos de efectivo (que descuentan el futuro que los agentes esperan de la empresa), los métodos basados en costes (que dejan también bastantes incógnitas debido a las circunstancias cambiantes del mercado), y esto, sin olvidarnos del valor que se les asigne a los intangibles.

Además, como factor común a todos los modelos, nos encontramos con una pieza clave en la valoración de empresas, que consiste en encontrar una tasa de descuento de los flujos de efectivo acorde con el riesgo que soportan los inversores y/o propietarios.

Hay que tener especial cuidado con esta rentabilidad mínima, ya que, si bien la aplicación de un descuento es una alternativa subjetiva, no deja de estar basada en la experiencia previa, de forma que hay estudios que sitúan un rango de porcentajes según el nivel de liquidez de las empresas.

La AECA (documento 7, 2005) realiza una propuesta sobre el modelo de cálculo de la tasa o rentabilidad mínima y, es en esta propuesta, (conocida como el modelo de los tres componentes), en la que se realiza una diferenciación para la estimación de dicha rentabilidad en función de la naturaleza del inversor (financiero o de riesgo). Así, los inversores/propietarios, que tienen invertidos todos los recursos en una empresa, exigen una prima específica adicional más allá del riesgo soportado por un mero inversor financiero y, a su vez, estos inversores financieros se quieren garantizar una rentabilidad mínima superior a los inversores que no soportan riesgo o es mínimo.

En definitiva, se trata de encontrar una tasa de descuento de los flujos de efectivo acorde con el riesgo que soportan los inversores/propietarios, de forma que la rentabilidad es el agregado de tres componentes: una tasa libre de riesgo, una prima de mercado y una prima específica (la que considera el riesgo asociado a la empresa respecto del mercado).

Es este modelo el que está en consonancia con la práctica habitual de los profesionales en la valoración de una rentabilidad mínima o tasa de descuento incorporada en la valoración de una empresa. Aún así, sigue siendo uno de los elementos más controvertidos en todo proceso de valoración y no deja de contener elementos subjetivos que es preciso limar en la medida de lo posible.

La complejidad en la valoración de empresa se debe, precisamente, a la dificultad en cuantificar esa subjetividad.