Asesoria & Asesores Fiscales

Una de las pesadillas más recurrentes de cualquier multinacional tecnológica es cumplir con sus obligaciones tributarias. La complejidad de sus modelos de negocio no ayuda y los gobiernos están tratando de evitar la evasión de impuestos propiciados por la nueva economía digital. ¿Qué riesgos han de asumir estas compañías ante una mala planificación fiscal? Penalidades financieras, disminución de las ventas y, por supuesto, un gran riesgo reputacional.

Los impuestos se han convertido en una cuestión pública y política

Las complejas tácticas societarias que han permitido a las empresas tecnológicas ahorrarse varios millones de euros en impuestos durante varios años comienzan ahora a tambalearse ante la presión de las autoridades nacionales y comunitarias. Los regímenes fiscales favorables de países como Irlanda, Luxemburgo, Holanda o Suiza, que cuentan con una tributación reducida o unas leyes que permiten a las empresas obtener y repartir beneficios sin apenas coste impositivo, poco a poco se van desmantelando y obligan a las compañías a tributar en los países en los que operan.

Por otra parte, las compañías que venden sus productos y servicios online a través de la web – a consumidores de regiones en las que no necesariamente tienen presencia física – no estaban, en muchas jurisdicciones, obligadas a pagar impuestos indirectos por sus transacciones. Hasta ahora. Otras regulaciones, como, por ejemplo, la europea, hace ya tiempo que requieren que el IVA sea abonado donde los consumidores residan. Así lo establece también la iniciativa BEPS (Base Erosion Profit Shifting) de la OCDE, por lo que éste será el camino que van a tomar en el futuro las nuevas regulaciones.

Estos cambios son particularmente importantes porque cada vez más jurisdicciones están adoptando los impuestos indirectos tipo IVA como método preferido de recaudación, como, por ejemplo, Malasia, Puerto Rico, India o los Emiratos Árabes Unidos. Malasia afirma que su nuevo sistema de impuestos hará que su régimen impositivo sea más “efectivo, eficiente, transparente y amigable con los negocios”. Otros, como el Reino Unido, podrían justificar los impuestos indirectos como una manera de continuar manteniendo bajos los impuestos sobre sociedades, lo que aumenta su atractivo de cara a que grupos internacionales establezcan allí su centro de operaciones.

¿Cómo pueden las tecnológicas seguir siendo competitivas con un régimen tributario tan complejo?

Existen cinco prioridades que las tecnológicas deberían tener en cuenta y aplicar con urgencia en caso de que no lo hayan hecho así:

Conocer la localización de los clientes

Lo primero es saber con exactitud dónde están los clientes de la empresa en el mundo. Sin embargo, esta tarea es muy compleja y supone además una cuantiosa inversión de recursos y tiempo para compañías con clientes en todo el mundo. Si no lo hace, puede que la empresa venda bienes y servicios en una jurisdicción en la que esté obligada a registrarse en la agencia tributaria de ese país y en la que, por ejemplo, sea obligatorio presentar impuestos de forma mensual y no tenga conocimiento de ello. Ello obliga a las empresas a conocer mínimamente la legislación tributaria de todos aquellos países en los que tenga clientes que efectúen descargas de sus productos. La localización de los clientes es, pues, primordial ¿Cómo localizarlos entonces? Algunos podrán ser localizados a través de las direcciones de las tarjetas de crédito y para otros será necesario desarrollar un software geolocalizador e incluso un rastreador de IPs.

La cadena de suministro y valoración de los productos

Una vez completada una exhaustiva y transparente valoración de los mercados de la compañía, es necesario calcular cómo los precios existentes deben variar en las diferentes jurisdicciones, en función de las distintas tasas impositivas soportadas. Si los precios de las descargas de un software fueran idénticos en todos los países, es probable que la empresa obtuviera menores márgenes de beneficio en algunas jurisdicciones. Incluso es posible que en algunos mercados se deba distinguir adicionalmente entre clientes B2B y B2C y que se deba realizar un ajuste adicional del precio acorde a esa distinción, ya que se aplica distinta carga impositiva en cada caso.

La automatización: clave para adelantarse al cambio legislativo

Como cada vez más países están dando más importancia a los impuestos indirectos, uno de los retos más importantes es mantenerse al día con una regulación global tan cambiante. Así, es altamente recomendable trabajar con asesores locales expertos en sus mercados y considerar la inversión en herramientas que faciliten la tarea a través de, por ejemplo, un sistema ERP (Enterprise Resource Planning). Muchas empresas utilizan esa automatización para analizar el efecto de los cambios de las distintas normativas regionales en la fijación de los precios y márgenes de beneficio para reaccionar con más rapidez en un mercado tan cambiante como el actual.

Definir claramente los canales de venta

Conocer los distintos canales de venta de los productos que distribuye la compañía es fundamental. Por ejemplo, algunas plataformas de distribución digital calcularán y remitirán a la empresa vendedora los impuestos indirectos a pagar, mientras que otras no. Evitar utilizar plataformas que a lo mejor son las más accesibles para el consumidor en determinados mercados no es una buena idea. Por ello, comprender la política tributaria de cada país o región es importante para mitigar dicho riesgo.

Guardar los datos en lugar seguro

Actualmente existe un conflicto entre el hecho de guardar los datos de un consumidor por un período comprendido entre cuatro y diez años (como está estipulado en la legislación tributaria del IVA de algunos países) y la ley de protección de datos. Por tanto, es fundamental cerciorarse de que todos esos datos están seguros en la red.

Como podemos comprobar, la tarea de controlar los impuestos indirectos es ardua y compleja, pero, si la empresa es capaz de adaptarse rápidamente para establecer precios rentables y atractivos, obtendrá una ventaja competitiva clave para adelantarse a sus competidores.

Víctor Isábal
Socio de Fiscal en Grant Thornton