Asesoria & Asesores Fiscales

Malditas herencias! A Botín le pasó igual. Bueno, el caso del president Pujol es distinto. No ha encontrado el momento de regularizar el dinero oculto. 34 años no han sido suficientes. De nada ha servido la amnistía de Montoro. Tampoco le han hecho reflexionar las gravísimas consecuencias de incumplir la reciente obligación de declarar los bienes situados en el extranjero. Le han descubierto. Y ahora, como Messi, intenta redimir sus pecados con una declaración complementaria.

Bueno, Messi, pobre, discrepa, como el Barça, de los criterios de Hacienda y, en un acto de patriotismo fiscal, regulariza voluntariamente. Hay que agradecerles, eso sí, que ni unos ni otros nos pidan que les ayudemos en su particular calvario. Así lo hizo Lola Flores. Y de Cruyff, ¿se acuerdan? También defraudó a Hacienda. La lista es interminable. La integran personas de muy diferentes procedencias. Millet, Díaz Ferran, Jaume Matas, Bárcenas, Montserrat Caballé, Ana Torroja, Arantxa Sánchez Vicario, Aguiar, Huguet. ¿Sigo? Políticos, empresarios, profesionales de élite, funcionarios, un amplio espectro de nuestra sociedad más representativa que, con su falta de ejemplaridad pública, dañan la credibilidad de nuestro sistema, producen rabia e impotencia y un sentimiento de ser un verdadero idiota porque la verdad, la única verdad, es que Hacienda no somos todos. Lo fuimos. Pero ya no.

De poco sirven las duras leyes de Montoro. Sus destinatarios no se dan por enterados. Sus verdaderos destinatarios, los que cumplen, mejor o peor, pero cumplen, permanecen atónitos ante un panorama desolador; haciendo frente a sus impuestos y a los de quienes defraudan, y soportando el gasto público irresponsable. Sí. Ya sé. Me dirán que el pecado de Pujol es distinto al del resto. Tal vez. Pero no para mí. El común denominador de todos es que han defraudado a la Hacienda Pública. Han dejado de pagar los impuestos que les correspondía en perjuicio de usted, de mí y de otros muchos ciudadanos. Y si me permiten, el caso de Pujol es socialmente más grave. Y lo es porque representaba unos valores. Una forma de ser y hacer. Austero y cercano. De firmes convicciones. Y aunque sin duda lo siga siendo, ha defraudado la imagen que representaba. Creo que se ha llegado al límite.

Hay que reflexionar. Y no sólo sobre el sistema tributario que queremos, sino sobre nuestra sociedad y sus valores. De recuperar aquellos que son básicos como la honestidad, la transparencia, el sacrificio, la solidaridad y el compromiso. El problema no es Pujol. El problema es la inagotable lista de personas que, con su comportamiento, perjudican a toda una sociedad y la hacen más injusta, porque convierten la redistribución de la riqueza en una falacia insolidaria e hipócrita.

Antonio Durán-Sindreu
Socio Director
Profesor de la UPF

Artículo publicado en La Vanguardia, 28 de agosto de 2014