Asesoria & Asesores Fiscales

Andorra, como cualquier país civilizado, tiene un gasto público que necesita sufragar y cuya forma más racional de hacerlo es a través de un sistema tributario de corte europeo. De esta forma, este pequeño pero importante Estado se aleja del oscurantismo y ha decido crear un sistema tributado articulado en un conjunto de impuestos directos e indirectos homologable al de cualquier país de nuestro entorno.

Obviamente, y por sus dimensiones, su presión fiscal es baja. Pero lo importante no es eso, sino que el gasto público, sea cual sea su dimensión, se sufrague con un sistema tributario basado en la capacidad económica. Para ello, ha aprobado todo el marco normativo necesario. Desde la necesaria Ley General Tributaria hasta el conjunto de impuestos imprescindibles para construir un sistema tributario moderno y homologable sin olvidar, también, la creación de su Agencia Tributaria como pieza fundamental para la gestión, inspección y recaudación de los tributos. Destacan, así, como impuestos nucleares, una imposición indirecta cuasi idéntica al IVA y los correspondientes Impuestos sobre la Renta de las Personas Físicas y sobre Sociedades.

La gran ventaja de este nuevo sistema es que nace con la experiencia de Europa pero sin vicios en su aplicación, circunstancia que es un reto importante ya que permite la posibilidad de implantar la necesaria cultura fiscal e ir asentado los pilares básicos de un Estado Social en el que los impuestos son la expresión de la solidaridad y el compromiso. Andorra tiene pues el reto de aplicar desde el principio la cultura del “acercamiento” con el contribuyente y de evitar el rechazo sistemático a los impuestos y la confrontación.

Debe y tiene que superar los errores que casi toda Europa ha cometido al hacer recaer su sistema tributario, como es el caso de España, en la represión y no en la prevención y en la educación. Hay que cultivar la política del convencimiento colaborando de verdad con el ciudadano y con las diferentes instituciones en un verdadero ejercicio de cooperación entre sector privado y sector público. El mutuo compromiso, la cercanía y la confianza son pues la clave del éxito de todo sistema tributario, aspectos a los que hay que añadir la ejemplaridad pública y la transparencia. Andorra no puede pues perder esa gran oportunidad que tiene.

Por su parte, con la firma de los diferentes Convenios de Doble Imposición, Andorra se encuentra también entre el conjunto de países con atractivo para inversores extranjeros. La firma también de convenios de intercambio de información reafirma su firme compromiso de huir de la opacidad fiscal frente a la que la Banca y las organizaciones empresariales están asumiendo un papel fundamental.

El objetivo, una Andorra transparente y competitiva hacia el exterior y un sistema de corte europeo. Sin duda, supuestos como los de la familia Pujol ejercen un influjo negativo en esta necesidad de aire fresco que dificulta, y mucho, esa apuesta decidida por un cambio radical de su modelo tributario y de sociedad. Pero se trata, sin duda, de casos puntuales de un periodo ya pasado que en absoluto pueden dañar esa nueva imagen que Andorra ha asumido liderar con responsabilidad y compromiso.

No se trata, por tanto, de una reforma “hacia” Europa sin convencimiento real de su necesidad. Al contrario, se trata de un largo peregrinaje normativo precedido de una serena y profunda reflexión sobre el futuro de Andorra en Europa en un contexto económico internacional. Se trata de un verdadero ejercicio de responsabilidad de abrir al mundo la economía andorrana. Se trata de homologarse al resto de países. Se trata, en definitiva, de la necesidad de integrase a la irreversible globalización.

Pero no todo está hecho. Un sistema tributario requiere su revisión periódica y, sobre todo, su simplicidad. Es pues necesario revisar todas aquellas ineficiencias e inequidades que se puedan detectar y evitar caer en la “tentación” de incentivos y exenciones que tanto dañan la neutralidad del sistema.

No hay que olvidar que la gran ventaja del sistema tributario andorrano es su moderada presión fiscal que se ajusta, insistimos, a las necesidades de gasto, y que le permite por tanto una más pacífica aceptación entre los contribuyentes que lo han de valorar, también, como signo de modernidad, de apertura y de competitividad.

Por su parte, es irremediable que el cambio de modelo económico que Andorra está afrontando esté también produciendo un cambio en el modelo de negocio de muchas empresas, y muy en particular, del sistema financiero. De la excepcionalidad del secreto bancario, a la plena competitividad. De un sistema bancario encerrado en sí mismo, a otro abierto al mundo. De un cierto proteccionismo, a la apertura.

A pesar de ello, no es suficiente con tener un sistema tributario. Este se ha de cumplir. De lo contrario, todo el esfuerzo deviene baldío. En este sentido, se trata de un sistema tributario que Andorra es el primer interesado en que se cumpla y demostrar así que se trata de un modelo fiscal de “intensidad moderada” que funciona. Y para ello, hay que caminar también en el ámbito penal y judicial para reprimir aquellas conductas de quienes con dolo e intención incumplan el pago de los impuestos.

En definitiva, Andorra tiene un gran reto por delante: ser el ejemplo de un sistema tributario moderno de fiscalidad moderada que cultive una cultura de compromiso y de colaboración que le aleje de esa “voracidad recaudatoria” que parece haberse instalado en Europa y que tan solo produce rechazo. En este sentido, no hay que olvidar que el problema no son los impuestos sino la creación de riqueza.

En la medida que aquellos la limitan, los impuestos son ya el problema. Desde esta perspectiva, y gracias a su propia dimensión de gasto público, Andorra ha dado un paso decisivo y necesario en un contexto de economía abierta en el que el sistema tributario es, nos guste o no, pieza básica de cualquier Estado Social.

No obstante, su propia existencia no puede hacernos olvidar la necesidad de gestionar el gasto público de forma eficiencia y eficaz. No en vano, el destino de los impuestos es sufragar el gasto público. Sea como fuere, Andorra camina con paso firme. Todo un reto.

Antonio Durán-Sindreu
Socio Director
Profesor de la UPF